martes, 24 de mayo de 2022

CUENTOS

 ÓSMOSIS

En eso apareció el Maestro Lugeri abriéndose paso entre los alumnos y dijo:

-Hay un nuevo libro para incluir en la lista.

- Yo pensé, uno más, que más da, al fin ninguno era de mi agrado.

Entonces tomó su pluma y escribió en letra grande ÓSMOSIS, autor desconocido.

En ese momento algo brincó dentro de mí. Era como el despertar de un sueño. Mis amigos dicen que mi cara era graciosa, la más impresionante que había hecho en todo el año. Y era mucho decir, pues ese año tomaba clases de actuación y me la pasaba imitando a todos en la escuela.

Esa palabra despertó mi curiosidad. Ni tuve tiempo de apuntarla cuando el maestro Lugeri dijo:

-Perdón, ese no es el libro. Y tachándolo anotó otro más del montón.

Yo no lo había notado, pero el maestro Lugeri había estado observándome y lo hizo de nuevo al terminar de escribir el nuevo libro. Me miró fijamente y sonrió de una manera singular. Se retiró igual que como llegó; y yo estaba aún pensando en el libro que había escrito y tachado. No se por qué  pero había movido algo en mi.

La lista de libros era para realizar un trabajo que el maestro Lugeri había encargado. La verdad yo nunca he sido buen estudiante y menos cuando hay que leer libros enormes y que ni entiendo nada, como en el caso de Literatura. Por lo que decidí aprobar la materia sólo para no cursarla de nuevo.

El trabajo consistía en elegir un libro de una lista publicada en clase y explicarlo en el salón. Por más que revisaba la lista no me convencía ninguno de ellos. Y el maestro Lugeri notaba eso.


El maestro Lugeri, -profesor de Literatura de 3ro de secundaria en la Escuela Montealbino,- era muy extraño. Venía de un país lejano cruzando el océano. Su apariencia era lúgubre. Siempre vestido de negro, con su capa en los hombros y su sombrero de ala ancha. Sus lentes al entrar al salón eran negros, pero unos instantes después ya no. Siempre quise saber cómo hacía eso.

Lo que más me llamaba la atención de él era su raro acento al hablar. Inevitablemente traía en su mano algún libro, siempre distinto, pero todos enormes.

Apenas tocó el timbre de salida y salí disparado hacia la biblioteca del pueblo. Me encontraba ahí, parado en la sala principal, asombrado de la cantidad de libros que veía. Nunca antes había visitado una biblioteca pero en esa ocasión fue inevitable.

No había mucha gente, pero todos estaban sentados en un silencio completo, que yo no había experimentado jamás. Lo único que se oía era el pasar de las hojas. Esto era mucho para mí, no sabía ni siquiera como encontrar el libro entre tanto que había. Me quedé un momento observando mi alrededor y decidí salir de ahí. Ese no era mi mundo, estaba totalmente fuera de lugar. Eso pude comprobarlo cuando entraron a la biblioteca Saíme y Tebok, me miraban con la más grande cara de asombro que les conocía; ni siquiera hicieron esa cara cuando me descubrieron poniéndole una tachuela en la silla a miss Gloti, directora de la escuela.

Di media vuelta para salir de ahí y alguien me tomo del hombro. Era el maestro Lugeri. Mi respiración se cortó y mi piel se erizó por completo, pues no lo esperaba parado junto a mí. Entonces él dijo:

-Que bueno que estás aquí. ¿Ya elegiste algún libro de la lista?

-Si, no, bueno, es que… No sabía ni que decir en ese momento. Quería hundirme en la tierra, pero el piso de granito macizo no me dejó, creo yo.

-Si necesitas ayuda para encontrar algún libro estoy para servirte, repuso.

-Gracias, dije sonriendo y a la vez un poco tembloroso. Se alejó igual que como llegó. Era algo que admiraba en el maestro Lugeri, no pensaba las cosas dos veces. Yo en cambio no sabía que estaba haciendo ahí, bueno, claro que sabía, quería el libro de Ósmosis, pero a la vez quería salir corriendo de ese lugar. Entonces tomé un gran bocado de aire, levanté la mirada y justo frente a mí estaba el bibliotecario.

-Te ayudo en algo, dijo amablemente

-Si, dije decidido a encontrar el libro de Ósmosis.

-¿Buscas algún libro en particular? Preguntó

-Claro, quiero el libro de Ósmosis, lo dije con el mismo acento con el que lo hubiese dicho el maestro Lugeri.

-¿Ósmosis?, se preguntó el bibliotecario. No he oído de ese libro,… mmm… deja que revise el fichero a ver si aparece por ahí.

Se retiró lentamente a su escritorio, cojeando de su pierna izquierda y ayudándose con su bastón.

Ese tiempo se me hizo eterno, lo vi sentarse frente al escritorio, abrir un archivero y rascarse la cabeza varias veces. Volteó a verme y me hizo una seña para que me acercara a él. Estaba llegando al escritorio cuando me miró algo decepcionado y dijo:

-Disculpa, no tenemos ese libro, ¿Quién dices que es el autor?

-No le he dicho, es que … en realidad es de autor desconocido.

-¡Oh! Será complicado dar con ese libro, ¿no te interesa algún otro? Agregó

-No, le dije con tono firme, sin mirarlo a los ojos.


Caminaba ya hacia la salida cuando de nuevo se apareció sorprendiéndome el maestro Lugeri.

-¿Encontraste lo que buscabas? Dijo con un tono un tanto burlesco, al menos así lo interpreté yo.

-No, ese libro ni existe, dije desinteresado.

-¿De cuál libro hablas? Insistió el maestro Lugeri.

-Uno de los que escribió en la lista, dije sólo para irme y enfilé a la puerta.

-¿No será el que taché o sí? Preguntó, creando de nuevo inquietud en mí.

-No, no era ese, contesté calmando mis ansias.

-Ah bueno, porque creo saber donde se encuentra el que taché, replicó remarcando lo que había hecho en la lista.

-¿Dónde? Contesté sin pensarlo; digo… ese también parecía interesante.

-Acompáñame, dijo dando la vuelta y encaminándose a los ficheros, el maestro Lugeri.

-No está ahí, dije con desilusión

-Claro que no, respondió el maestro Lugeri; pero hay un lugar que no has revisado.

Una sobredosis de adrenalina recorrió mi cuerpo al sólo pensar en que tal vez estaría ahí.

Dirigiéndose al bibliotecario habló con él y éste le prestó un llavero con cientos de llaves. Volteo a mí y me invitó con la mano a seguirlo. Claro que se me notaba la emoción por que al pasar frente al bibliotecario éste me dijo:

-Muy bien, parece que ya lo hallaste

Me explicó el maestro Lugeri que cada año hacen un reacomodo de libros en la biblioteca, pues llegan muchos libros nuevos y algunos son retirados del público, pero son conservados aparte pues son ejemplares únicos. Fuimos entonces ante una enorme puerta al final del pasillo central. Me volteó a ver y me dijo:

-¿Cuál llave crees que abra este lugar? Al tiempo que me pasaba el manojo de llaves.

-No se, puede ser cualquiera, dije asustado.

-¡Cualquiera!, ¿crees tú?, preguntó el maestro Lugeri

-Bueno, no cualquiera, dije con inseguridad.

-Entonces, ¿cuál será?, ¿qué tendrá de especial esa llave? Cuestionó el maestro Lugeri.

-Creo que debe ser única, como los libros que hay ahí, dije con más seguridad.

-Tienes buen criterio, dijo dejando ver una leve sonrisa el maestro Lugeri.

-¡Esta es! Grité emocionado al tomar una llave larga y antigua entre mis manos.

-Abre entonces, dijo el maestro Lugeri, hazme el honor

Metí la llave al cerrojo y al darle vuelta se escuchó un tronido que retumbó en toda la biblioteca. Mis pies se congelaron, mi rostro palideció y quedé inmóvil. Entonces el maestro Lugeri comentó:

-No ha dejado de hacer ese ruido desde la última vez que vine, será que se usa poco, no crees.

-Yo pensé que se había roto la llave dije sumiso.

-No, como crees, entre más antiguas mejores, dijo orgulloso el maestro Lugeri.

La puerta se abrió y vi una gran cantidad de polvo, unos cuantos libreros y algunos libros en ellos. Había una mesa al centro con una lámpara y una silla. Se acercó a un librero, sopló sobre unos libros y dijo:

-¡Mira! Aquí está tu libro.

Corrí emocionado a tomarlo. Estaba ahí, entre mis manos. El maestro Lugeri prendió la lámpara, sacudió un poco la mesa y la silla y se dirigió a la puerta. Antes de salir dijo:

-Cierras con llave al salir.

Yo me senté y empecé a leer el libro. Cada página era una sensación inesperada. Casi podría decir que me bebía el libro. La inmensidad de su apariencia se desvanecía al saborear cada detalle. Me transportaba a mundos diferentes en segundos. Estaba extasiado.

Pasaron las horas y yo continuaba leyendo como nunca lo había hecho, fue sólo el cansancio el que me alentó en la lectura. Yo hubiese querido leerlo todo en un día, pero era un libro enorme y apenas llevaba unas cuantas páginas. Sin darme cuenta caí en un profundo sueño. Me quedé ahí sobre el libro en la quietud de la sala escondida.


Cuando desperté todo era diferente, pensé haberme quedado dormido unos minutos pero al parecer fueron años.

Me levanté y me dirigí a la puerta de la sala, al cruzarla entré en un mundo inimaginable. Tuve miedo y volví atrás. No estaba seguro ya de estar despierto o dormido. Esto es imposible, me dije, ¿cómo pudo pasar? Algo me hizo voltear a la mesa y vi el libro abierto pasando por si solo las hojas. Eso me asustó aún más, no sabía que pensar. De pronto escuché varias voces acercándose a mí. Los oía claramente pero no lograba entender nada de lo que decían, era como si hablaran otro idioma. No se cuanto pasó, pero yo no salía de mi asombro. Permanecí en un rincón del cuarto hasta que dejé de oír todo sonido. Eso me preocupó un poco, nunca había escuchado un silencio tan hueco. Decidí salir del cuarto e inspeccionar un poco; así que abrí la puerta y vaya sorpresa, todo había cambiado de nuevo, ya no era el escenario que vi la vez anterior. Esto era sorprendente. No resistí la tentación y cerré de nuevo la puerta para ver si me transportaba a otro mundo y al abrirla quedé atónito ante lo que se me presentaba. Era como si hubiera descubierto la máquina del tiempo. Abrí y cerré la puerta no se cuantas veces, sólo para admirar distintos mundos.

Era un sueño increíble hecho realidad. Todos en la escuela habrían querido estar aquí, no se por qué el maestro Lugeri quiso que yo viniera, pero de algo si tengo seguridad. Este libro es fascinante.

Sentí el cansancio en mis hombros y me recosté de nuevo sobre el libro. Supongo que me quedé dormido porque desperté recostado sobre el libro en la biblioteca del pueblo. Había experimentado algo nunca antes vivido y me negaba a creer que hubiera sido un sueño. Iba ya de salida, algo atolondrado cuando recordé que no había puesto el libro en su lugar. En ese momento noté algo muy extraño. Había leído menos de la mitad del libro y éste estaba abierto en la última página. Devolví algunas hojas para revisarlo y me di cuenta que todo lo que viví estaba escrito ahí. Cada detalle de mi viaje insólito. Todo, absolutamente todo estaba ahí. Perecía absurdo, pero me agradó.

Salí de la sala después de acomodar el libro en su lugar y entregué las llaves al bibliotecario. Éste me miró y dijo:

-¿Encontraste lo que deseabas?

Yo contesté:

-Más de lo que imaginaba

-Mañana te veré por aquí entonces, dijo el bibliotecario

-Claro, aseguré, aquí estaré

No volví a ver al maestro Lugeri, al parecer volvió a su país. Eso se rumora en la escuela. Ni siquiera recogió el trabajo que había encargado. Ahora que lo pienso creo que fue la manera en que se despidió. Dejando en esos libros su vida. Me hubiera gustado agradecerle, pero se que se imagina lo que ocasionó y ha de estar contento. Tal vez motivando a más personas a entrar en el mundo maravilloso de los libros.

Guardé este secreto para mí, hasta hoy que lo puse en papel. Una persona cambió mi vida, y ese libro de autor desconocido, me dijo como vivirla.

Desde ese día visito a diario la sala escondida. Siempre hay un libro nuevo que leer y una aventura nueva que vivir.

 


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